De la misma manera que un presidente de gobierno no debiera enterarse por la prensa de un escándalo mayúsculo que afecta a uno de sus ministros, el personal de una organización tampoco debiera ser sorprendido sobre su futuro desde puertas afuera.

En la comunicación corporativa una de las cuestiones esenciales es que la información que se dé a conocer externamente se comunique previamente a los diferentes públicos internos. El director general pone al tanto al resto de directores, éstos a los mandos intermedios y así hasta que se complete el recorrido que alcance al conjunto de profesionales de la organización.

Foto de máquina de café

La máquina de café, un canal clásico de la comunicación desestructurada.

Cuando las organizaciones tienen un cierto volumen, la tarea no tiene por qué ser difícil, pero sí exige estar organizada mediante una planificación y estructura. Reuniones periódicas y específicas, una intranet debidamente gestionada, el correo electrónico y los tableros y/o pantallas del taller son herramientas efectivas que pueden dar internamente a conocer el elemento noticioso en los plazos y profundidad deseados previos a la nota de prensa.

De no actuar así, lo habitual es que el foro de referencia de comunicación interna sea el que se desarrolla al calor de la máquina de café más cercana entre un consolidado grupo de iniciados, más o menos interesados en los rumores que suscitan y de los que se hacen eco.

Lo fundamental es que, cuando hay una dirección de comunicación que coordina adecuadamente los ritmos y soportes internos y externos, el rédito corporativo aumenta. Para ello, sólo hace falta que exista un director de comunicación que dependa directamente de la dirección general. Y, ¿entonces?.

A menudo la comunicación interna y externa parecen servir a diferentes intereses y ritmos que sólo coinciden en resultar bastardos entre ellos. Todavía es habitual que la comunicación interna dependa del área de Recursos Humanos, lo que, en el siglo XXI, ya no es un error grave, sino de concepto. También es común que la Comunicación sea considerada por la dirección general como un simple aderezo al desempeño corporativo y, por tanto, se la dote de un rango inferior con respecto a otros soportes funcionales y, por supuesto, comparada con las áreas de negocio. En ocasiones ocurre que a las propias áreas les interesa la Comunicación, pero no la corporativa, sino la que pueda usar para fines propios.

Parece obvio que la Comunicación Corporativa debe servir a un objetivo común y depender de la dirección general, pero , si por la razón que fuera, ésta no deseara incorporarla a su organigrama, otra opción es la de contratar un servicio externo a los efectos.

En todo caso,  no seamos tremendistas, mientras realidades tan simples como éstas no se resuelvan, siempre podremos tomarnos un café y, así, enterarnos de lo que pasa.