En el ámbito de la Comunicación existe una tensión entre lo que es el correcto uso del castellano y los textos que determinados clientes, sobre todo los organismos públicos, exigen para subrayar el compromiso con una política de género no discriminatoria. A menudo hay que hacer equilibrios para que el texto complazca al cliente y sea legible. El gran perjudicado es, sin duda, el lenguaje. Recordemos lo que dice la  RAE.