Recuerdo que a un joven juntaletras metido a labores de consultoría de comunicación el simpático sinvergüenza que tenía como jefe le dijo que lo primero que tenía que hacer era olvidar que era periodista.

Humptydumpty

El charlatán  huevo Humpty Dumpty se preciaba ante Alicia de poder manejar las palabras a su antojo porque conocía su personalidad.

Sin embargo, el pantanoso consejo ha dejado de ser bueno, si algún día lo fue, en los tiempos en los que la transparencia forma parte del ser humano digital y es cada vez más un imperativo que un deseo. Con interlocutores digitales en el entorno corporativo es más fácil ofrecer un contenido de interés que una mentira interesada. Falsa o, preferiblemente verdadera, al final hay que estructurar y contar una historia que la técnica periodística siempre ha ayudado a elaborar. En el fango postelectoral que nos inunda Alfonso Guerra, ese bífido tótem de los tiempos pasados del socialismo hispano se aventuraba a aconsejar a Pedro Sánchez que cuente la verdad, lo que nos enfrenta al viejo dilema de Alicia en “A través del espejo” cuando preguntaba a Humpty Dumpty cómo podía hacer que las cosas significasen lo que él quería y no tuvieran otro significado. Éste le explicaba que la cuestión era cuál de entre ellas mandaba. Venía a decir que los verbos eran los más orgullosos y que con los adjetivos se podía hacer un poco lo que le diera la gana… En el periodismo enseñan que cuando se hace una noticia cuando se cuentan hechos de una manera efectiva y con vocación meramente informativa, sobran los adjetivos. Primer mandamiento, no diga que su organización es la mejor, única y maravillosa, porque al lector le puede dar un ataque de risa. Explique su producto, dé a conocer su servicio o hable de su actividad, pero no se dedique a lanzarse pétalos de rosa de su propio jardín.

Elmore Leonard.

Leonard renegaba de la visibilidad del autor en sus historias, lo que hacía que éstas fueran más ágiles.

Intente comunicar de una manera sencilla e inteligible y no huya de la estructura sujeto, verbo y predicado. Elmore Leonard, poderoso e invisible narrador de historias del oeste y novela negra, en su decálogo de cómo escribir una buena historia establecía que había que evitar los adverbios porque ralentizaban el relato. García Márquez , mentiroso mágico y periodista verdadero, contaba que siguió el consejo que le dieron cuando le dijeron que escribiera como hablaba. Lo interpretó a su manera y se quedó con no ser pedante y sus lectores se tuvieron que conformar con que le concedieran el nobel. Nadie escribe como habla, exceptuando quizás a Antonio Gala, ni nadie es tan ocurrente como los personajes de Oscar Wilde. Ni Oscar Wilde. Bueno…, tal vez Georgie Best cuando dijo que Paul Gascoigne no le llegaba ni a los cordones de la botella. Pero, salvo en las celebraciones con autobús, las corporaciones deben ser abstemias y contar con un estilo lo más parecido al sobrio género informativo de la teoría clásica del periodismo. Luego, como en una buena historia de Leonard, alrededor de la medianoche, el periodista ya se tomará un bourbon a su salud y a la de Humpty Dumpty.