revistas

La revista corporativa dota de cultura propia y proyección a la empresa.

Decían en el Hollywood clásico que un contrato verbal tiene idéntico valor que el del papel en el que está escrito. Y es que la palabra escrita, se diga lo que se diga, tiene un valor propio, al menos el del esfuerzo que supone. Las organizaciones no deben olvidar que Moisés, Charlton Heston es testigo, recibió los mandamientos en tablas grabadas con fuego sagrado.

La revista corporativa puede ser interna o externa, o ambas cosas a la vez, y dependerá de la naturaleza de los contenidos para decidir sobre su distribución. Y también podrá ser online y offline. En realidad, hoy en día, por coste y capacidad de acceso, siempre ha de ser online, mientras que deberemos estudiar la conveniencia de imprimirla y distribuirla físicamente. Lo que definitivamente no puede ser es una chapuza, cuando debiera ser un elemento de prestigio para su organización.

Aunque varíe su maquetación, se navegue y no se hojee, la extensión cambie y se afrente de diferente forma, una revista siempre tendrá imagen y texto (o hipertexto). Y alguien tendrá que escribirla e ilustrarla (y no vale un power-point y una foto sacada con el móvil). Y, créanme, mejor que lo haga un periodista y un fotógrafo o, mejor, la cantidad suficiente de ellos. Conozco a un plumilla muy bueno que dice que para ser periodista sólo hace falta hacer un cursillo de quince días. Puede que tenga razón, pero, por favor, háganlo.

De lo contrario su revista a puede convertirse en su particular pesadilla corporativa. En una publicación editorial profesional hay una plantilla de redactores y un proceso definido de elaboración de textos y adecuación de elementos gráficos a partir de un consejo de redacción, una edición y maquetación, un proceso de revisión y otro de publicación y distribución que se ajusta a su periodicidad. Salvo secuestro, un periódico sale todos los días. En la mayoría de las empresas y organizaciones que carecen de los recursos necesarios, la persona que lleva la comunicación se apaña con unos textos escritos por expertos en la materia que no saben de la necesidad de un titular ni cómo se estructura una información, una entrevista, un reportaje, una crónica o un editorial y, la verdad, ni falta que les hace, porque no debieran ser responsables de los artículos que firman, sino las personas que den pie a su correcta elaboración.

Imagen de periodista

El periodista deberá dar forma al contenido corporativo

Por otra parte, la edición se eterniza porque los directores no tienen tiempo de revisar convenientemente las informaciones y, finalmente, tras muchísimas correcciones, generalmente desorientadas y hasta contradictorias, aparecen gazapos y datos confidenciales que jamás debieran haberse publicado, aunque sea muy fuera de plazo. Poco a poco la publicación corporativa que se había decidido llevar a cabo para crear cultura propia y hacer una labor de marketing pasa de trimestral a cuatrimestral y puede que hasta semestral, o, incluso, sale cuando puede. A veces, los profesionales de ciertas organizaciones creen recordar que una vez hubo una revista.

Algunas organizaciones no son muy conscientes de que, con el sacrosanto objetivo de enjuagar costes, en vez de eliminar las publicaciones y al periodista de turno, debieran dotarse de unos cuantos, aunque sean externos y baratos, y conseguir un buen producto editorial y sólido canal de comunicación. Así sus profesionales, en vez de convertirse en pésimos articulistas, podrán dedicarse a hacer lo que saben, generar suficiente plusvalía y lograr que el mundo se entere de su buen hacer por medio de su revista corporativa. Así que, señor director general, échele un par de redactores, déjeles trabajar y disfrute de la comunicación.