En periodismo, suele decirse que hay que procurar que lo que cuentes en la información nunca debe arruinarte un buen titular. Y un buen titular es el que suscita el interés del lector. Si el titular es  bueno y respetuoso con el contenido que encabeza, algo estamos haciendo bien.

Dovifat, que viene a ser el padre de todos los periodistas, decía que al lector hay que agarrarlo al principio del texto y no soltarlo hasta el final. Y…¿por dónde agarrarlo? Pues…, evidentemente, por el titular.

Emil Dovifat

Emil Dovifat, padre teórico del periodismo.

Conocí una empresa que venía dirigiendo a sus trabajadores, a rebufo de los comunicados sindicales, unas notas internas cuyo titular, durante una década no había cambiado. Rezaba así: » A los trabajadores». Hombre, a los alienígenas no se iban a dirigir. La cuestión es que el comité sindical titulaba de la misma forma, así que, en la práctica, resultaba difícil saber qué decían los unos y los otros en el marasmo de notas  desordenadas que se iban colocando en las paredes adyacentes a las máquinas de café. Finalmente, los unos y los otros empezaron a titular, lo cual, por lo menos, les ayudó a organizar su discurso. Incluso pusieron tableros. Y lo uno llevó a lo otro y al final, como parece que algo se entendían, acabaron yendo un poco menos a los juzgados para que el juez aclarara a los trabajadores, de una vez por todas, de qué iba el asunto y quién tenía razón.

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Un mal titular puede resultar ofensivo, además de necio.

Porque uno de los efectos benéficos del titular es que impone una jerarquía en los contenidos y racionaliza su forma de exponerlos. Cualquier humilde redactor sabe que el titular te dice por dónde empezar a contar y el tono en el que vas a hacer el relato. Si usted tiene algo que decir, no lo oculte en el tercer párrafo de la segunda página de su farragoso comunicado. Haga una nota, procure que no exceda un folio, y sea claro empezando con un buen titular.

A fin de cuentas, el titular es también la prueba del nueve del valor del contenido que se ofrece al lector y sobre su consideración. El reto es que sea tan bueno como respetuoso con el texto. Hay quien hace trampas como atribuir una frase no pronunciada mediante comillas. El redactor no puede abusar de preguntas del tipo ¿es usted tonto? para, ante el escueto «no» del posiblemente sorprendido e insultado entrevistado encabezar con la frase rotunda que nunca pronunció de «Yo no soy tonto». En este sentido, un buen titular debe ser también el refrendo de la honradez de quien lo escribe. Y la credibilidad es un valor fundamental en la comunicación corporativa. Mentir en grandes caracteres al público es insultarlo en gran formato. Y hay gente que se enfada y suelta la bofetada, y no necesariamente con la mano, sino de forma corporativamente mucho más dolorosa. Así que no mienta a su gente en su nota interna y gáneselos con un buen y honrado titular. Ah, un detalle: los titulares no se cierran con un punto.