La interactividad es lo que ha cambiado la comunicación tal como la conocíamos. Hace dos décadas se reflexionaba sobre el hecho de que Apple había revolucionado el mundo de la edición haciendo realidad el viejo lema “punk” de háztelo tú mismo y que el vídeo había cambiado la industria del cine, y no sólo la del porno.

Hombre interactivo

El trabajador, un emisor que contribuye a una «empresa» compartida.

Hoy un niño de diez años edita textos e imágenes, comparte música, graba vídeos y publica y se relaciona en la Red con desenvoltura desde su teléfono móvil. En realidad, sus hermanos mayores, ésos que quieren encontrar un trabajo, también lo vienen haciendo cada vez más desde hace un tiempo. ¿Tenemos en cuenta en nuestra comunicación corporativa que los profesionales son personas crecientemente interactivas? ¿Disponemos de los canales adecuados para que sean protagonistas o creemos que se van a tragar sin más el viejo mensaje unidireccional?

No se trata sólo de que haya una retroalimentación, como apuntaba el esquema deWiener-Shannon, desde el receptor al emisor. Es que ahora todo el mundo es potencialmente emisor. ¿Se puede apostar por una intranet que no sea interactiva? El siguiente paso es que sea colaborativa… La clave está en encontrar un lugar de interés común y luego ya definiremos entornos compartidos, wikis, redes sociales o lo que haga falta. En términos del visionario McLuhan, podemos decir que hemos abandonado la Galaxia Gutenberg donde las publicaciones estaban en manos de cuatro ciudadanos Kane y nos hemos encontrado con una enorme aldea global en manos de algunos más, pero muy fragmentada, llena de microcosmos. Si, como decía el teórico canadiense, el medio es el mensaje, en términos de red, éste debiera serlo de aportación al bien común perseguido por cada colectivo.

En su discurso como nobel de literatura, William Faulkner invitaba a los que querían escribir a que siguieran las viejas verdades universales “de amor y honor y piedad y orgullo y compasión y sacrificio” para contar historias sobre el corazón y no sobre las glándulas, relatos cuyas heridas dejaran cicatrices. En la comunicación corporativa no se aspira a tanto. Basta, aunque no sea poco, con facilitar a los autores, los diferentes miembros de una empresa, los canales para promover una comunicación interactiva que contribuya a una mejor y más enriquecedora gestión y visión de su desempeño profesional. Faulkner, cuyo objetivo final era dignificar y hacer perdurar al ser humano mediante la palabra escrita, también dijo que no le importaban las ideas, “sólo las personas”. Ahora son interactivas.