Hace pocas fechas un periodista económico venía a decir que los empresarios no suelen tener reparo en explicar los problemas para que las plantillan también los asuman como propios, pero no suelen ser tan transparentes cuando los vientos de los negocios les favorecen, no sea que esos mismos trabajadores reclamen su parte del pastel. La cuestión de fondo era la credibilidad del empresario vasco para vincular la fórmula sueldo-beneficios.

Decremento empresarial

Comunicar exclusivamente las dificultades no parece el mejor camino.

Queda claro que la Comunicación Corporativa es una, ya que no se trata de contar una historia fuera, comunicación externa, y otra dentro, comunicación interna. Ambas son parte de un todo y deben responder a un mensaje coherente, aunque los canales sean diferentes. Pero no nos saltemos un principio esencial: primero los de casa. Los profesionales de una empresa no deben de enterarse de lo que pasa en la misma por los medios de información, sino por los canales internos, bien por la cadena jerárquica, las reuniones periódicas, el tablón de anuncios, la intranet, el boletín interno o cualquiera otra fórmula.

Decíamos también que el profesional de hoy en día es interactivo y no un simple receptor de una información interesada, bien venga de los sindicatos o de la dirección corporativa. Está acostumbrado a interpretar, seleccionar y participar en la elaboración de un mensaje. La cuestión es que, a veces, el «jefe» no está interesado en repartir el protagonismo ni los beneficios, aunque sí en socializar las pérdidas. Quiere creyentes, gente que salte de entusiasmo acompasadamente por los pasillos aullando el nombre de la empresa y al grito de mi alma es tuya por un sueldo. Y, claro, cada vez hay menos de éstos, el ilota feliz es un tipo en extinción, salvo en casos de lobotomía radical como la del pelota compulsivo o, en otro ámbito,  la del kamikaze exterminador. Lo que más abunda es gente responsable que quiere hacer bien su trabajo y ser reconocida por ello, que desea formar parte de un proyecto donde se repartan responsabilidades y beneficios.

Afortunadamente, la mayoría de los responsables corporativos son conscientes de las necesidades de una comunicación ordenada y racional para que los mensajes puedan tener credibilidad. También la mayoría sabe que el principal valor de una organización es la gente que trabaja en ella y que la hace evolucionar por un interés común en el que todos los primeros actores, sean accionistas, asalariados, funcionarios o cooperativistas, salgan beneficiados. Y a los maquiavelos que todavía pululan por ahí, habrá que recordarles el viejo adagio de que se puede engañar a alguien todo el tiempo o a todo el mundo en algún momento, pero no todo el tiempo a todo el mundo. Claro que ellos parten del principio de que sus subordinados son idiotas, cobardes interesados o, simplemente, creyentes debidamente desinformados.